Cómo controlar las emociones en el trabajo

Cómo controlar las emociones en el trabajo

Las mujeres son por naturaleza más emocionales que los hombres, por eso les resulta bastante difícil mantener sus sentimientos. Sin embargo, curiosamente, el mejor lugar para aprender a controlar las emociones es el trabajo. El miedo, la tristeza, la alegría y la ira pueden destruir el ritmo medido de la oficina en un abrir y cerrar de ojos y hacer tambalear su carrera profesional. ¿Cómo deben manejarse los arrebatos emocionales en el trabajo? ¿Cómo se pueden controlar?

Estrés

La situación: tu jefe te convoca y te dice que el informe que tenías que presentar dentro de dos días debe estar listo hasta la noche. El pánico se apodera de ti porque la jornada laboral termina en dos horas.

El error: ceder al pánico y perder el tiempo con frases como "¡No puedo!", "¡No hay tiempo suficiente!" "¡Todo está perdido!", etc.

El comportamiento correcto: Utiliza el estrés como estimulante. El estrés suele ser una consecuencia de la situación que no puedes controlar, pero a veces es necesario para hacerte actuar. Tienes que aceptar la tarea por difícil que sea y ponerte a realizarla sin perder ni un minuto en emociones excesivas. Pregúntate primero: ¿qué se puede hacer realmente en tan poco tiempo? Si sigues estresado, intenta hacer frente a tus sentimientos con la ayuda de una respiración relajante: inhala con cuidado con el estómago, no con el diafragma, luego mantén la respiración durante un par de segundos y exhala lentamente. Imagina que tus problemas y emociones innecesarias te abandonan con cada exhalación y que te fortaleces con cada inhalación.

Decepción

La situación: has dado lo mejor de ti y has hecho todo lo posible en beneficio de la empresa durante el año. Sin embargo, al final del año, en lugar de la noticia de tu ascenso o bonificación, te informan de que la calidad de tu trabajo no ha sido lo suficientemente buena y que se esperan nuevos logros de ti el próximo año. Desconcertado por esta declaración, no sabes cómo reaccionar y estás a punto de romper a llorar de ofensa y decepción.

El error: llorar esperando la compasión del jefe y de los empleados. Emocionalmente destrozado y con lágrimas en los ojos, acudir a tu jefe y pedirle que reconsidere su decisión.

El comportamiento correcto: No debes dejar salir tus emociones en público. Si no puedes controlar tus lágrimas, es mejor que salgas de la habitación y llores en el baño de mujeres. En cuanto te consueles, acude a tu jefe y pregúntale con calma qué es exactamente lo que no le ha gustado de tu trabajo y a qué deberías prestar atención. Esta charla animará a tu jefe a ser más exacto a la hora de dar instrucciones y te pondrá en bandeja el resultado preciso. Se trata de convertir tus emociones en un diálogo constructivo.

Ansiedad

La situación: Vas a hacer una presentación en un idioma extranjero para clientes importantes. Te has preparado a la perfección, pero empiezas a tener dudas "por si acaso": el ordenador se estropea, tu vocabulario no es lo suficientemente amplio, a los clientes no les gustará tu aspecto, etc.

El error: centrarte en tus miedos, perder la confianza en ti mismo y hacer una presentación muy lenta y cuidadosa por miedo a decir algo incorrecto u olvidar algo.

El comportamiento correcto: En opinión de los psicólogos, la ansiedad, como el estrés, es una emoción útil. Te ayuda a predecir y considerar las situaciones en las que algo puede ir mal. Pregúntate: ¿cómo puedes reducir las posibilidades de que tu ordenador se congele en medio de la reunión? ¿Qué palabras puedes olvidar? Haz todo lo posible para protegerte completamente de los probables casos de fuerza mayor. Intenta imaginar y vivir tu futura presentación con un resultado exitoso. O recuerde sus pasadas reuniones de negocios con éxito en las que se distinguió. ¿Puedes sentir lo fuerte, talentoso y seguro de ti mismo que eras entonces? Conserva estos sentimientos y utilízalos durante la presentación.

Ira

La situación: llevas dos meses trabajando muy duro para hacer una presentación para tu cliente. Pero un día antes de la reunión concertada tu jefe te dice de repente que tu colega hará un informe en lugar de ti porque la forma oral de la presentación es más conveniente para el cliente. Y ahora todo el honor que esperabas ganar irá a parar a otra persona. Te sientes abrumado por la rabia que se va convirtiendo en ira.

El error: al ponerse rojo de la emoción, corres a la mesa del colega astuto y haces una escena o vas a tu jefe y le cuentas todo lo que piensas.

El comportamiento correcto: Intenta redactar los motivos de tu enfado en forma de preguntas. Pregúntale a tu jefe con calma, sin indignarte ni elevar el tono de tu voz. Actuando así te liberarás de las emociones y podrás entablar un diálogo profesional y fructífero o, probablemente, defender tu derecho a hacer la presentación. Incluso si tu presentación se cancela, se notará tu autocontrol y profesionalidad.

Alegría

La situación: ¡Hurra! Tu jefe convoca una reunión no programada para anunciar a todo el personal de la oficina tu nuevo puesto de director. Estás desbordado de alegría y tienes ganas de abrazar a todos, bailar, cantar y compartir esta maravillosa noticia con todo el mundo.

El error: estallar de alegría y felicidad excesivas.

El comportamiento correcto: los budistas creen que incluso las emociones positivas pueden tener un lado negativo. Tu excesivo deleite puede provocar celos innecesarios en tus colegas. Puede tener un efecto desastroso en tus futuras relaciones y en tu carrera. Es mejor que reacciones a las buenas noticias según las reglas de etiqueta aceptadas en la oficina. Llama a tu mejor amigo para compartir con él la gran noticia. Y, por último, en lugar de sumirte en la euforia, es mejor que utilices tu energía positiva para hacer nuevos planes y ascensos.

Humillación

La situación: Durante la reunión de planificación no estás satisfecho con la forma de resolver un asunto de trabajo, sugerida por uno de tus compañeros y decides oponerte y compartir tus ideas. Pero el jefe te interrumpe con las siguientes palabras "Gracias por su participación, señorita N, pero por favor, guárdese todos sus comentarios. Teniendo en cuenta sus pobres informes trimestrales, su sugerencia no puede ser más digna". Roja de vergüenza y resentimiento, guardas silencio.

El error: pasar a la ofensiva o empezar a dar explicaciones. Lo más probable es que el jefe no deje que esta conversación privada se desarrolle cuando está en juego la resolución de los problemas, importantes para toda la empresa.

La decisión correcta: intenta no mostrar que las palabras del jefe te han humillado o te han tocado la fibra sensible. Vuelve a centrarte en lo principal: el objetivo de la reunión. Después de la reunión, habla con tu jefe en privado para preguntarle sin rodeos sobre tus faltas. Indícale con tacto y diplomacia que la humillación no es la mejor táctica para gestionar y hacer negocios. Es importante elegir las palabras adecuadas para esa charla, para que tu jefe se dé cuenta de su error.

Al final, te sugerimos que pienses en el famoso empresario y escritor estadounidense Robert Kiyosaki: "Si no puedes controlar tus emociones, ellas controlarán tu dinero".

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